¿Arte sonoro? Una interrogación crítica

Tras la escucha de los podcast propuestos y con una cimentación de barro en todo lo que «suena» al Arte Sonoro, me siento inquieto a la hora de pensar hacia dónde tirara mi curiosidad en este nuevo campo.

Cada genealogía escuchada tiene un compromiso directo con el arte, Maryanne Amacher, me interesa de cómo prioriza tanto el tiempo como el espacio, y como trabaja las disposición espacial de los sonidos. Pese a usar instrumentos electrónicos la artista tenía formación y experiencia de la composición.  Preocupada porque el diálogo llegue al oyente, no sólo en lo que conlleva los sonidos, sino también en las maneras de sentir. Atraído por su arte pero no me veo trabajando los fenómenos psicoacústicos como la distorsión auditiva.

Otra artista que aborda los campos electromagnéticos es Christina Kudisch. En su obra “Electrical walks” que consiste en mostrar las múltiples capas ocultas de la realidad que esconde la arquitectura de las ciudades, moviéndose en un equilibrio entre la aceptación de lo que surja y la composición activa, pero siempre relacionado con la inducción. Suele invitar a la audiencia a experimentar, haciendo la partícipe a descubrir y a disolverse en un mundo eléctrico. Es capaz de conectar a la audiencia con el espacio, creando un diálogo perfecto.

Pese a que no me siento un fanático tecnológico, me encantaría experimentar con campos electromagnéticos, fuera de un espacio encasillado para mostrar arte.

Hablar de arte sonoro en campo extendido es hablar de Pauline Oliveros, figura central en el desarrollo de la experimentación. La artista deja el espacio a la libertad de expresión y lo convierte en un intérprete, aunque defiende que no solo trata del sonido, también de la cultura o del tipo de edificio o de puente. Los conceptos que expone Pauline los veo en otra órbita, se me hace impensable poder desarrollar un trabajo de su estilo o envergadura aunque de todo se aprende. 

Por ejemplo, de Rolf Julius aprende de los errores y accidentes. A veces, incluso lo necesitábamos como parte del proceso. Hablamos de metodologías que no giran entorno a la técnica y materiales sofisticados. Rolf usa diferentes materiales sencillos para conseguir un todo superior, el artista utiliza la expresión música pequeña para que el oyente descubra la obra, la música o el sonido. La pieza la cierra el público pero sin conocer su totalidad, me encanta que Rolf deje la obra abierta, sin fin. 

Me considero un hombre analógico pero atraído por el trabajo de Phill Niblock. Artista compositor estadounidense de Experimental Intermedia que produce tecnología. Su arte se aleja de lo que podría ser mi gusto hacia las artes sonoras, no veo haciendo algo similar. Me inclino más con un trabajo de campo al estilo de Alvin Lucier, explorando ambientes Y descubriendo salas, espacios y objetos. Me parece interesante preparar estructuras compositivas que hablen, o mejor, que suenen. 

Trabajos que tengan una estructura y composición, donde se active una partitura o un fenómeno. Hablar de Alvin es hablar del “espacio compartido” donde se deja que los sonidos sean ellos mismos, un disfrute para los sentidos, te anima a abrir bien el oído y el corazón. 

Algo similar me ocurre con Harry Bertoia. Tal vez sea con el que más me identifico y sí que me veo haciendo una obra similar. Me atrae la manipulación de materiales y poder darle una forma y un significado. Esa fusión entre sonido y arquitectura vinculado al concepto de Rosaline Krauss respecto a la Escultura en el campo extendido me crea cierta curiosidad a la hora de crear. Sus esculturas Soniambient articulan un espacio y te hacen sentir que el sonido forma parte de su espacio.